La peste porcina africana (PPA) se ha convertido en una de las grandes amenazas para el porcino europeo. ¿Qué papel tiene África hoy en esta enfermedad y por qué el virus sigue llevando ese apellido si los problemas actuales se concentran, sobre todo, en Europa y Asia?
Un virus de origen africano con reservorio propio
El apellido africana no es gratuito ni reciente. La enfermedad se describió por primera vez a comienzos del siglo XX en África oriental, en cerdos domésticos que enfermaban tras entrar en contacto con suidos salvajes africanos y con determinadas garrapatas. Allí se constató que el virus circulaba de forma natural en ecosistemas africanos, sin necesidad de explotaciones intensivas como las europeas.

Según la Organización Mundial de Sanidad Animal, la PPA está causada por un virus de ADN poco habitual entre las grandes enfermedades del ganado, perteneciente a la familia Asfarviridae. La FAO y otros organismos explican que, en buena parte del África subsahariana, el virus se mantiene gracias a un ciclo que implica suidos salvajes africanos (como el jabalí verrugoso) y garrapatas blandas del género Ornithodoros, que actúan como vector y reservorio. Ese ciclo silvático es el que ancla el origen de la enfermedad al continente africano y justifica la denominación histórica.
1957: el salto de residuos de avión a la península ibérica
Aunque el virus sea africano en su origen, la peste porcina africana dejó de ser un problema exclusivamente regional en cuanto cruzó fronteras. Uno de los hitos históricos más citados es el episodio de 1957, cuando se introdujo en Portugal a partir de residuos de un avión procedente de Angola.
Según los relatos técnicos de la época, restos de comida de ese vuelo, que contenían productos porcinos contaminados, terminaron en las basuras donde se alimentaban cerdos. A partir de ahí, la enfermedad se extendió a explotaciones portuguesas y, poco después, a España. Durante décadas, la PPA estuvo presente en la península ibérica, obligó a sacrificios masivos y a fuertes restricciones comerciales, hasta su erradicación en los años noventa.
Este episodio ilustra bien una constante de la enfermedad: el virus se mueve con las personas, los animales y los productos. No “viaja solo”, sino que se aprovecha de residuos de comida, transporte internacional, comercio y movimientos de ganado.
De la erradicación en Europa occidental al “reinicio” en Georgia 2007
Tras años de programas de control, sacrificio y bioseguridad, la peste porcina africana se fue eliminando de los países afectados de Europa occidental. España y Portugal lograron cerrar este capítulo en los años noventa, y durante un tiempo dio la impresión de que la PPA quedaba relegada de nuevo al ámbito africano.
Sin embargo, en 2007 se produjo un nuevo punto de inflexión. La enfermedad reapareció en Georgia, en la zona del mar Negro, en un episodio que muchos informes vinculan a restos de alimentos contaminados descargados en un puerto. Desde ese foco inicial en Georgia, el virus se extendió a otros países del Cáucaso, entró en Rusia y, con el tiempo, fue avanzando hacia el oeste de Europa.
A partir de ahí se abre la ola actual: primero Europa del Este, con presencia en varios Estados miembros, y más tarde la expansión a Asia, donde la enfermedad ha tenido un impacto enorme en la cabaña porcina de países como China o Vietnam. La peste porcina africana deja de ser percibida como una enfermedad exótica y pasa a tratarse como un riesgo estructural para la producción porcina mundial.
Aunque el problema cotidiano para el ganadero europeo se juegue en su entorno, África sigue siendo clave en la historia de la PPA. El continente alberga el principal reservorio natural del virus: suidos salvajes africanos que pueden infectarse y convivir con el virus sin desarrollar siempre cuadros tan dramáticos como el cerdo doméstico, y poblaciones de garrapatas que actúan como vector biológico.




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