Un equipo de investigación ha identificado por primera vez una especie de mosca azul cuyas larvas logran infiltrarse en colonias de termitas y formar parte de ellas sin ser detectadas.
El descubrimiento tuvo lugar en la cordillera del Anti-Atlas, al sur de Marruecos, y ha revelado unas adaptaciones morfológicas y químicas únicas que permiten a estas larvas engañar a las termitas y ser aceptadas en el nido. La investigación arroja nueva luz sobre la evolución de las moscas y sobre las estrategias de adaptación de las especies que interactúan con colonias de insectos sociales.
Un hallazgo fortuito de una especie extremadamente rara
El descubrimiento se produjo de manera fortuita. Los investigadores, especializados en mariposas y hormigas, estaban realizando trabajo de campo cuando una lluvia intensa dificultó el vuelo de las mariposas, lo que los llevó a centrar su búsqueda en hormigas. Al levantar una piedra, encontraron un termitero en el que había tres larvas de mosca con una apariencia desconocida.
La hipótesis es que las lluvias habían inundado las capas más profundas del termitero y obligaron a las larvas a emerger a la superficie. Desde aquel momento, el equipo ha llevado a cabo tres expediciones más a la misma zona y, a pesar de haber inspeccionado cientos de piedras y termiteros, solo se han encontrado dos larvas más, ambas en otro termitero. Este hecho sugiere que se trata de una especie extremadamente rara y difícil de detectar.
Una “máscara de termita” para infiltrarse en la colonia
Los análisis han revelado que las larvas de esta mosca azul han desarrollado un camuflaje físico sorprendente para pasar desapercibidas entre las termitas. En la parte posterior de su cuerpo, presentan una falsa cabeza con antenas y palpos del tamaño de una termita cosechadora. Además, cuentan con dos estructuras que imitan ojos, aunque en realidad son sus orificios respiratorios.
Las termitas cosechadoras, a diferencia de otras especies que viven en completa oscuridad, disponen de ojos funcionales porque salen al atardecer a recolectar hierba. La larva de la mosca parece haber aprovechado esta característica, imitando visualmente los rasgos distintivos de sus hospedadoras.
Otro detalle asombroso de su adaptación es la presencia de tentáculos en su cuerpo que replican las antenas de las termitas, permitiéndole comunicarse con ellas sin despertar sospechas. Mediante microscopía electrónica de barrido, el equipo ha demostrado que estos tentáculos imitan con gran precisión la estructura de las antenas de las termitas, lo que facilita su integración en el nido.
El disfraz químico: una estrategia infalible
En los termiteros, la vista no es el principal medio de reconocimiento entre los individuos. Las termitas identifican a los miembros de su colonia a través del olor que desprenden y que detectan con sus antenas. Cualquier intruso con un perfil químico diferente es atacado de inmediato y eliminado por las termitas soldado.
Sin embargo, el análisis químico de las larvas de esta mosca ha revelado que su composición de compuestos volátiles es prácticamente idéntica a la de las termitas de la colonia en la que viven. Cada termitero tiene pequeñas variaciones en su olor, y estas larvas han desarrollado la capacidad de replicar con precisión el perfil químico de la colonia en la que se encuentran.
Este camuflaje químico les permite no solo ser toleradas dentro del termitero, sino también beneficiarse de las ventajas de vivir en comunidad sin ser detectadas como intrusas.
Las termitas cuidan a las larvas de mosca como si fueran parte de la colonia
Cuando los investigadores encontraron las larvas en Marruecos, estas se hallaban en las cámaras de almacenamiento de alimento del termitero. En el laboratorio, se observó que las larvas solían situarse en las zonas más concurridas del nido, donde recibían atención constante por parte de las termitas, que las acicalaban con sus mandíbulas.
Aunque el equipo no pudo determinar con exactitud la dieta de estas larvas, se registraron comportamientos similares a la trofalaxis, un proceso en el que las termitas transfieren alimento de boca a boca. Las larvas parecían comunicarse activamente con las termitas mediante sus tentáculos, y estas no solo no las atacaban, sino que incluso parecían alimentarlas.
El intento de criar las larvas en el laboratorio no tuvo éxito, ya que murieron antes de completar la metamorfosis. Esto sugiere que existen factores clave en el ambiente del termitero que son esenciales para su desarrollo y que no pudieron ser replicados en cautiverio. Hasta la fecha, se desconoce cuál es su alimentación y cómo es su forma adulta.
Un salto evolutivo sorprendente en las moscas azules
La relación entre las larvas de esta mosca azul y las termitas parece representar un caso de parasitismo social o simbiosis. Hasta ahora, el caso más similar conocido se había documentado en las moscas jorobadas, donde son los adultos los que imitan a las termitas. Sin embargo, esta nueva especie representa una evolución independiente de la termitofilia, es decir, la adaptación a la vida dentro de los termiteros.
Los estudios filogenómicos han confirmado que la mosca descubierta pertenece al género Rhyncomya. Sin embargo, ninguna de las especies previamente descritas dentro de este grupo presenta un comportamiento o una morfología similar, lo que indica que esta adaptación se ha desarrollado recientemente en términos evolutivos.
El ancestro común entre las moscas azules y las jorobadas se remonta a más de 150 millones de años, una separación evolutiva mucho mayor que la que existe entre los humanos y los ratones. Por lo tanto, esta adaptación representa un caso fascinante de evolución convergente, en la que distintas especies han desarrollado estrategias similares de integración en termiteros de manera independiente.
El hallazgo, publicado en Current Biology, ha sido liderado por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE, CSIC-UPF) en colaboración con el Instituto Botánico de Barcelona (IBB, CSIC-CMCNB).
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