Señoras y señores:
Europa acude a Cancún con un objetivo claro:
Queremos que la Agenda de Desarrollo de Doha sea un éxito.
Para conseguirlo, tenemos que proseguir con la reforma de las normas del comercio agrario internacional, iniciada en la Ronda de Uruguay.
Y puedo prometer que Europa cooperará.
No vamos a estropear el guiso, pero si queremos cocinar algo en Cancún que sea sabroso y siente bien a los 146 miembros de la OMC, necesitaremos diez ingredientes básicos.
Ingrediente nº 1: Rebajar radicalmente las subvenciones nacionales que distorsionan el comercio agrícola.
Ya propusimos en febrero una rebaja sustancial del 55% en la llamada «caja ámbar» de subvenciones nacionales distorsionadoras del comercio y ahora, apoyados en la reforma de nuestra política agrícola, hemos ido aún más allá al ofrecer una reducción importante de las subvenciones de la «caja azul», que distorsionan menos el comercio. Esta propuesta supera en mucho las ambiciones de la Ronda de Uruguay.
Ingrediente nº 2: Reducir considerablemente las subvenciones a la exportación.
La UE irá más lejos y ha propuesto eliminar las subvenciones a la exportación de algunos productos de interés para los países en vías de desarrollo y reducir considerablemente las restantes. La única condición es que también se metan en cintura los créditos a la exportación, el abuso de la ayuda alimentaria o las empresas comerciales estatales que utilizan nuestros socios.
Europa ha progresado mucho en los últimos diez años. El porcentaje del presupuesto de la Política Agrícola Común gastado en reembolsos ha pasado del 30% del presupuesto agrícola de la UE en 1993 a menos del 9% en 2002. Con el conjunto de reformas de junio de 2003 y las próximas reformas del sector del azúcar, la UE podrá hacer todavía más.
Ingrediente nº 3: Dar un mejor trato a los países en vías de desarrollo.
Es una realidad que Europa ya importa más de los países en vías de desarrollo que los EE.UU., Australia, Japón y Canadá juntos.
Es una realidad que ya somos un mercado relativamente abierto en comparación con otros países desarrollados, especialmente a las exportaciones procedentes de países en vías de desarrollo.
Es una realidad que hemos decidido abrir nuestros mercados sin cuotas ni aranceles a todos los productos agrícolas de los 49 países más pobres del mundo.
Es una realidad que concedemos preferencias importantes a los países en vías de desarrollo conforme al Acuerdo de Lomé y al sistema de preferencias generales, así como mediante algunos acuerdos de libre comercio.
Pero también es una realidad que queremos hacer más.
En nuestra iniciativa conjunta con los EE.UU., contemplamos una salvaguardia especial para que los países en vías de desarrollo protejan productos sensibles contra las importaciones excesivas. También proponemos reducciones arancelarias más bajas y plazos de aplicación más largos para estos países. Además, se reconoce la importancia del acceso preferente actual y futuro para los países en vías de desarrollo. Por último, se pide un compromiso firme de los países desarrollados de eximir de derechos de aduana un porcentaje determinado de sus importaciones procedentes de los países en vías de desarrollo.
Ingrediente nº 4: No pedir la luna.
Ya sé que de las negociaciones comerciales no están ausentes las poses y la retórica, pero no hay que exagerar. Si considero la reciente propuesta extrema copatrocinada por Brasil, China, India y otros países, no puedo evitar tener la impresión que estamos en distintas órbitas. Si quieren hacer negocios, deben volver a poner los pies en el suelo. Si desean seguir con su odisea espacial, no conseguirán ni la Luna ni las estrellas, sino que acabarán con las manos vacías.
Su propuesta supera todos los límites: todas las reformas y esfuerzos deben hacerlos los países desarrollados, mientras que los países en vías de desarrollo se quedan casi de brazos cruzados. Este planteamiento extremista se entiende aún menos si se considera que el arancel agrícola medio de la UE es inferior al 10%, mientras que es del 30% en Brasil y del 60% por término medio en los países en vías de desarrollo y la renta per cápita de varios Estados miembros de la UE ampliada será mucho más baja que la de varios de estos países en vías de desarrollo.
Ingrediente nº 5: Abrir los mercados a las importaciones agrícolas.
Europa ha propuesto hacerlo según una fórmula que reparte la carga uniformemente entre los miembros de la OMC, a excepción de los menos desarrollados. Así se reduciría considerablemente la protección arancelaria de la UE desde una media ya baja del 10%.
Ingrediente nº 6: Reformar la política agrícola en una sola dirección.
La UE tiene un historial coherente de reformas que sólo van en una dirección: menos distorsión del comercio. En la década pasada, la UE ha adoptado tres importantes reformas agrícolas, y hay otras previstas. El 23 de septiembre resumiré mis ideas sobre cómo reformar los regímenes de ayuda del azúcar, el aceite de oliva, el algodón y el tabaco. Aunque todavía no puedo darles detalles, puedo afirmar que también en estos sectores tenderemos a facilitar el comercio.
Ingrediente nº 7: No creerse propaganda barata.
Hay gente que esgrime el argumento definitivo contra la UE. «¿Cómo pueden justificar el gasto de dos dólares americanos por cada vaca?» Éste puede ser un buen truco publicitario, pero desgraciadamente este argumento no sólo es intelectualmente deshonesto, sino que está también fuera de lugar objetivamente.
Sí, es verdad que en el mundo desarrollado nos gastamos el dinero en muchas cosas, pero no porque seamos todos estúpidos sino porque nuestro nivel de vida es más alto. ¿Qué toca ahora? ¿Criticar a los Gobiernos por gastar el dinero público en camas de hospital, costosos paneles de protección contra el ruido o árboles en los parques en vez de mandarlo a África?
No todo el gasto agrícola es malo. El objetivo común de la OMC es reducir todas las subvenciones agrícolas que distorsionan el comercio internacional y dañan los intereses de los países en vías de desarrollo. Lo demás es retórica.
En otras palabras, defenderemos enérgicamente nuestro derecho a ayudar a nuestros agricultores. No le incumbe a la OMC ni a algunos de nuestros socios comerciales decirnos lo que tenemos que hacer para acabar con la agricultura europea, con todos los puestos de trabajo, los beneficios para el medio ambiente y el patrimonio cultural que aportan nuestros agricultores. Las sociedades de todo el mundo deben tener el derecho a decidir qué bienes y servicios públicos son importantes para ellas y cómo apoyarlos, aunque esto se tenga que hacer naturalmente de una manera respetuosa con el comercio.
Ingrediente nº 8: No enrocarse en posiciones extremas.
La UE ha demostrado ser muy flexible durante las últimas semanas. Hemos avanzado desde nuestra posición de partida, porque pensamos que la hora de la retórica ya ha pasado y tenemos que empezar a acercar posiciones. Recuerden nuestras mejores propuestas de abrir más los mercados, de reducir más las ayudas agrícolas que distorsionan el comercio o de rebajar aún las subvenciones a la exportación. Por desgracia, no aprecio hasta ahora la misma flexibilidad en otros.
De hecho, no he notado ninguna flexibilidad en los que precisamente hacen más ruido.
Ingrediente nº 9: No tener falsas expectativas en Cancún.
Esta reunión no es el punto final de las negociaciones comerciales; es uno intermedio. Lo que estamos intentando es llegar a un acuerdo sobre cómo reducir las subvenciones agrícolas que distorsionan el comercio, las subvenciones a la exportación y los aranceles y sobre cómo dar a los países en vías de desarrollo un trato más ventajoso. Las cifras exactas se negociarán más tarde para poder dar por cerrada la Agenda de Desarrollo de Doha a finales de 2004.
Ingrediente nº 10: No aprovecharse del buen nombre de los socios comerciales.
Europa no está luchando por una mejor protección del buen nombre de su producción regional de calidad por razones proteccionistas, sino más bien lo contrario. Los productores de la UE pierden miles de millones cada año porque los productores no europeos se aprovechan de la reputación de los productos de calidad europeos. Los productores italianos de jamón de Parma pierden más de 3 millones de euros cada año porque no pueden vender su jamón con el nombre de «Parma» en México y Canadá. Esto tiene que cambiar.
Muchas gracias por su atención.
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