El nuevo documento de la Comisión Europea sobre los problemas de la falta de armonización fiscal en cuanto a las bebidas alcohólicas dentro de los países de la UE, ha desatado en España una ola de reacciones en contra por sus posibles consecuencias respecto al vino.
El problema es que el consumo global de vino está desde hace años en descenso y que un aumento de la fiscalidad podría hacer aumentar aun más el desfase entre la producción y la demanda. No obstante si se escarba un poco en la cuestión, la evolución no es la misma entre el consumo de vinos corrientes y vinos de calidad. Los vinos de calidad tienen su mercado, y los vinos peores y excedentes, otro muy diferente.
Por otra parte, se aducen con frecuencia las cualidades beneficiosas para la salud del consumo (moderado) de vino para que sea considerado de forma distinta al resto de bebidas alcohólicas. Según esto, si solo el consumo moderado de vino es saludable debería ser expendido con receta para evitar el consumo no moderado, y además hay que recordar que, según los estudios científicos, el consumo (moderado) beneficioso para la salud se atribuye fundamentalmente al vino tinto, por lo que cabría excluir al vino blanco de esta eventual excepción.
Francia, el principal país vitivinícola europeo que también considera al vino como un alimento tiene unas accisas pequeñas para el vino, equivalente a 0,02 euros por botella de 75 cc de 15 grados volumétricos.
Una fiscalidad pequeña para el vino no retraería el consumo de forma significativa y permitiría además un mejor control de la comercialización.
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