Se tiene menos experiencia en la evaluación de los beneficios de los alimentos que en la evaluación de los riesgos. Además, la evaluación del riesgo –beneficio es muy compleja, debido a que a veces, el riesgo y el beneficio están asociados con un agente único, como el selenio, que es un nutriente indispensable, pero cuyo exceso supone un riego, mientras que otras veces, como en el pescado, el riesgo se debe a un contaminante que puede estar presente (metilmercurio), mientras que el beneficio se debe a los otros componentes de este alimento. Así se ha puesto de manifiesto en un documento de orientación sobre la evaluación de los riesgos-beneficios de los alimentos, presentado por el Grupo Científico de la Autoridad Europea de Seguridad de los Alimentos (EFSA).
El documento recomienda la definición de tres pasos en la evaluación del riesgo/beneficio: 1) evaluación inicial, formulando la pregunta de si los riesgos sanitarios son mayores que los beneficios o viceversa, 2) evaluación de refinado, dirigida a proporcionar estimaciones semi-cuantitivas o cuantitativas de riesgos y beneficios en una exposición relevante, mediante el uso de métricas comunes, y iii ) comparación de los riesgos y beneficios al utilizar una combinación métrica como AVAD o QALY para expresar los resultados de la evaluación del riesgo -beneficio como un único valor neto impacto en la salud.
En cada una de las tres etapas, tanto la evaluación de riesgos, como la evaluación de beneficios se realizan generalmente a nivel de población. Cuando las diferencias en la sensibilidad al agente en cuestión existe o se supone que existen en subpoblaciones específicas, se precisa el examen por separado de estas subpoblaciones.
El documento puede consultarse en:
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