A pocos días de que comiencen los tradicionales excesos navideños que nos llevan a comer y comprar más de lo necesario, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE) revela que mientras la crisis multiplica de forma exponencial el número de ciudadanos que se ven obligados a recurrir a la beneficencia para poder comer, cada español tira a la basura unos 163 kilos de alimentos al año, aproximadamente un tercio de lo que compran.
Según la Federación, más del 60% de esta comida desechada, que supone unos 300 euros por persona anuales, podría aprovecharse, ya que uno de los principales motivos por los que se desperdicia es la mala planificación de la cesta de la compra.
Tanto es así, que alrededor del 41% de estos alimentos que terminan en el cubo de la basura procede de los hogares, seguido muy de cerca por la industria distribuidora (40%), establecimientos de hostelería y restauración (14%) y, por último, supermercados (5%), muchos de los cuales se han convertido en «bancos de alimentos nocturnos» para los más necesitados.
Estas abrumadoras cifras contrastan con los cerca de dos millones de españoles que se acogerán este año al Plan de Ayuda Alimentaria de la UE, que contempla el reparto de unas 67.400 toneladas de productos para paliar las necesidades básicas alimenticias de los ciudadanos sin recursos; un programa que puede terminar en 2014 si prospera la iniciativa de países como Alemania, Dinamarca o Reino Unido, que quieren cancelarlo para que sea cada estado quien atienda con sus presupuestos estas carencias.
En este sentido, aunque nuestro país figure entre los trece países más ricos del mundo, lo cierto es que la pérdida de poder adquisitivo de los españoles en estos últimos años ha intensificado las desigualdades sociales, hasta el punto de que ya hay casi diez millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza.
Curiosamente, frutas y verduras suponen más de la mitad de los alimentos que se tiran cuando paradójicamente se habla cada vez más de la necesidad de incrementar la producción de cultivos de regadío en un 70% para garantizar el abastecimiento mínimo de una población mundial creciente, que se duplicará hasta alcanzar cerca de 9.100 millones de habitantes en 2050.
La agricultura como garante alimentario
De esta forma, la agricultura debe tener un papel esencial en la lucha contra el hambre en el mundo en un contexto de desigualdad donde el 75% de la producción total de alimentos se distribuye únicamente entre el 30% de la población mundial, con el agravante además de no hacer un consumo responsable, a juzgar por las cifras de comida desperdiciada.
Según el presidente de Fenacore, Andrés del Campo, «es imprescindible tomar conciencia de lo lamentable que es que haya gente pasando hambre y se hace necesaria no sólo una respuesta unánime y solidaria por parte de los ciudadanos, porque todos debemos sentirnos responsables de la situación; sino también una ecuánime reforma agraria en los países en desarrollo».
Esta reforma pasa por el apoyo público al agricultor, de manera que pueda realizar un uso eficiente del agua transformando los antiguos sistemas de riego por gravedad en mecanismos de riego localizado, lo que hará posible producir más con menos recursos. Concretamente, en España la modernización de regadíos ha permitido ya el ahorro de unos 2.000 hectómetros cúbicos de agua anuales, lo que representa más del 20%.
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