La resistencia natural de cultivos como el maíz, los guisantes y las judías podría recuperarse y reforzarse mediante técnicas de edición genética, según una revisión internacional publicada en Biotechnology Journal. El análisis evalúa cómo determinadas proteínas presentes en semillas de plantas silvestres pueden evitar que las plagas aprovechen el almidón, reduciendo los daños tanto en campo como en almacenamiento.
El papel de los inhibidores de la alfa-amilasa

La revisión explica que estas semillas contienen proteínas inhibidoras de la alfa-amilasa (AIP), capaces de bloquear la digestión del almidón en insectos como gorgojos, brúquidos, escarabajos y carcomas. Al impedir que estos organismos transformen el almidón en azúcares, se limita su crecimiento y reproducción.
Los investigadores añaden que la domesticación de plantas, orientada a lograr semillas más digestibles para el consumo humano, habría reducido con el tiempo la presencia de estos inhibidores naturales, aumentando la vulnerabilidad de las variedades comerciales.
Limitaciones de los enfoques transgénicos
El documento señala que las tecnologías transgénicas tradicionales, basadas en introducir genes externos, presentan barreras comerciales y regulatorias que han frenado su adopción. Según esta revisión, la combinación de altos costes regulatorios y baja aceptación del mercado disuade a muchas empresas de desarrollar cultivos transgénicos destinados a la alimentación.
Se recuerda además que las plagas más dañinas se alimentan directamente del almidón o de los azúcares almacenados en las semillas, lo que explica la magnitud de las pérdidas económicas, especialmente en granos almacenados durante largos periodos.
Nuevas opciones de mejora con inhibidores AIP
El análisis subraya que los inhibidores de la alfa-amilasa no solo afectan a brúquidos, sino también a insectos como el picudo del algodón o la larva del barrenador del fruto del café, lo que amplía su utilidad potencial. Se plantea que aumentar la producción de AIP o mejorar su actividad mediante edición genética permitiría reforzar la resistencia natural de los cultivos sin introducir genes de otras especies.
Al centrarse en genes propios de la planta, estas modificaciones podrían no considerarse transgénicas según determinadas normativas, facilitando su aceptación comercial.
Edición genética de precisión y regulación
Según el análisis, técnicas de edición genética como CRISPR permiten realizar modificaciones muy precisas para potenciar la expresión de los genes AIP sin generar problemas para humanos o animales que consuman las plantas. Se destaca que esta aproximación podría proporcionar alternativas más sostenibles a los plaguicidas químicos, mejorando la seguridad alimentaria en regiones dependientes de estos cultivos.
Contexto final
La revisión científica publicada en Biotechnology Journal recoge estos planteamientos y evalúa las perspectivas futuras del desarrollo de variedades con mayor contenido de inhibidores de la alfa-amilasa mediante edición genética.




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