El gas monóxido de carbono se utiliza en EEUU en el empaquetado de las carnes, desde 2002. Los consumidores están demandando que se prohíba su uso, mientras que la industria cárnica, así como la Agencia de EEUU de Seguridad Alimentaria, defiende que se siga usando.
El monóxido de carbono cuando se mezcla en pequeñas cantidades con dióxido de carbono y oxígeno permite a la carne mantener un color rojo. En el envasado tradicional, el oxígeno es capaz de transformar el color púrpura, color natural de la carne, en el rojo comúnmente aceptado. El problema es que degrada rápidamente la vida del producto. Por el contrario, la ventaja de usar la mezcla monóxido de carbono es que, al tener bajo contenido en oxígeno, alarga la vida del producto.
La administración mantiene que el uso del gas no plantea ningún problema de seguridad alimentaria. Los consumidores rebaten que si bien esto es verdad, al mantener el color rojo de la carne de forma ficticia, el comprador puede adquirir carne con aspecto saludable que ya esté estropeada. Por el contrario, la industria mantiene la posición contraria, que carne en perfectas condiciones puede haber degenerado a un color marrón, no aceptado por el consumidor, por lo que aunque sea carne fresca haya tirarla.
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