La AGPME señala que los agricultores aragoneses que siembran maíz transgénico, lo hacen dentro del más absoluto respeto a la legalidad vigente, respeto que no parecen compartir algunas organizaciones ecologistas que invaden la propiedad privada, intimidando a los agricultores, cuando no alentando acciones vandálicas con el más absoluto desprecio por cualquiera que no comparta sus planteamientos. Greenpeace ha acreditado más que sobradamente su capacidad para acceder a los medios de comunicación y dar a conocer su postura a la opinión pública, por lo que no se entiende la necesidad de tan lamentable espectáculo.
Las campañas de Greenpeace contra la biotecnología se han caracterizado por una toma de postura inicial contraria, sin evaluar los posibles beneficios de esta técnica. Los argumentos en contra de los maices biotecnológicos o transgénicos han sido, mientras tanto, de lo más peregrinos; comenzaron argumentando que estos productos eran malos para la salud, poco menos que venenos, que el polen puede contaminar la vegetación espontánea, que producen alergias, etc. A medida que los científicos han ido desmontando una a una estas afirmaciones, la respuesta ha sido una huida hacia adelante. Lo último que hemos escuchado es que estos maíces producen menos y que no son eficaces contra la plaga de taladro, o sea que, según ellos, el agricultor es tan torpe que invierte en esta tecnología para producir menos y lo hace año tras año. Por favor, sean un poco más serios, porque esto no lo puede creer nadie.
Greenpeace debería explicar si prefiere que se sigan utilizando las técnicas tradicionales basadas en la aplicación de insecticidas residuales para defender los cultivos. O bien si el última instancia prefiere que no se cultive maíz en ninguna forma. La AGPME defiende que la biotecnología es una herramienta con la que se pueden obtener aplicaciones de distintos tipos, seamos lo suficientemente inteligentes para retener aquellas que sean beneficiosas para la humanidad. Entre éstas podemos destacar la obtención de plantas con micronutrientes y vitaminas esenciales, para la obtención barata de fármacos etc.
Mientras la opinión generalizada (de la FAO entre otros ) es que hay que aprovechar este potencial, hay quién se mantiene enrocado en posturas de absoluta intolerancia. No confiamos en que estos señores busquen el diálogo ni que hagan el más mínimo caso a la clase científica, pero exigimos, al menos, un elemental respeto a las actividades agrarias que se desarrollan con toda normalidad y legalidad.
Lo cierto es que, si se lo hubieran preguntado directamente a Francisco Martes, propietario de este campo junto a sus dos hermanos, se hubieran podido ahorrar los análisis. «Nuestro maíz sí que es transgénico. Y lo es, porque si no se lo comen los gusanos del taladro. Los agricultores cada vez lo usamos más. Y es que si plantas el maíz tarde, el taladro lo hace polvo. Lo que no sé si está bien es que venga gente de fuera y se meta en tu campo para hacer campañas», decía este agricultor, a quien la protesta pilló totalmente desprevenido.
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